Nos conocimos en la universidad, sí, pero lo importante no fue el lugar… fue el momento. Desde ese primer cruce de miradas, algo nos unió. No fue una gran historia de película al principio, pero poco a poco, sin darnos cuenta, ya éramos parte de la vida del otro.
No hubo dramas ni idas y venidas. Solo nosotros, conociéndonos cada día, riendo juntos, apoyándonos en los días difíciles, celebrando los buenos momentos. Sin darnos cuenta, el tiempo pasó… y nunca nos soltamos.
Mientras muchos cambiaban de rumbo o de compañía, nosotros nos quedamos. Juntos. Porque cuando encuentras a alguien que te entiende con solo una mirada, que te hace sentir en casa aunque estén en la calle, sabes que no necesitas buscar más.
Hoy, con todo lo vivido detrás y todo lo soñado por delante, estamos aquí. A punto de casarnos. Felices, tranquilos, seguros. Porque lo nuestro no fue una historia de amor con fuegos artificiales… fue un fuego constante, que nunca dejó de arder.
Y lo mejor… es que esto apenas empieza.